LA
VIDA
en rosa
Las calles
pavimentadas pronto condujeron hacia una terracería. El cuerpo de María yacía
arrinconado en una habitación de las casas de aquella colonia ubicada en la
periferia. La sangre manchaba la pared izquierda, donde María había sido
abandonada, sentaba sobre un montón de basura y ropa maloliente. La escena sólo
nos dejaba sin palabras. La pequeña tenía su ropa desgarrada. Por la forma en
que la dejaron, nos imaginamos el calvario. Había sufrido una violación
tumultuaria. Llevaba puesto un pantalón que le dejaron a la mitad de su cuerpo.
La policía tenía
rodeada la zona, en espera del personal de Servicios Periciales para llevar a
cabo las diligencias. El perito criminalista que arribó, era el más experto, en
ese entonces, Procuraduría General de Justicia (PGJ).
Con la mente clara
y midiendo los centímetros de sangre, la posición del cuerpo, aquella mente
brillante se acomodaba los guantes para revisar el cadáver y la escena.
Escaneaba las
proporciones de la casa abandonada para comenzar a hacer la descripción del
sitio del hallazgo. Dictó a un escribiente los metros de ancho, largo y alto de
aquella habitación. El cuerpo orientado hacia el norte.
Describió con
exactitud el montón de basura que habían acumulado algunos vecinos y que
arrojaron en bolsas, ropa de hace tiempo, sucia, evidenciaba que, en esa casa,
como probablemente las demás de esa zona, era utilizada por vagos para
drogarse, dormir, para pasar el tiempo, y como guarida.
Entre los restos apelmazados
sobresalían unos botes de Resistol PVC.
Con solo observar
al perito criminalista encargado del caso, pude leer su rostro.
Tenía algunas
pistas, pediría al grupo de agentes ministeriales, que ya había sido designado,
investigar una lista de cosas.
Se dejaba guiar
por la intuición, por la experiencia y porque era como un ordenador revisando
en el imaginario los motivos y los perfiles de los agresores, como si
holográficamente tuviera acceso a lo ocurrido, sólo debía confirmarlo y
profundizar más, conocer la identidad de los responsables, lograr la captura y
que enfrentaran un proceso por este crimen que tenía escandalizados a los
vecinos.
El temor se
apoderó de madres y padres en colonias cercanas, la policía se hizo de
inmediato presente con rondines fuera de lo común, se veía como si anduvieran
de casería… ¡esos malditos pronto debían de caer!
Los medios se volcaron logrando entrevistas con la familia de María, que destrozada, hacía un llamado a los cuerpos policiacos y de investi
gación para dar con los responsables.
Como resultado de
las presiones, el coordinador de la entonces Policía Intermunicipal, ordenó tomar
una de las casas abandonadas y la convirtió en caseta de vigilancia para calmar
los ánimos exasperados.
La mayoría de los
encabezados en medios impresos y digitales, así como la narrativa de aquel
homicidio, tocaron fibras sensibles, fueron innecesariamente explícitos.
María había salido
a las 7 de la noche a una tienda de abarrotes, cercana a su casa, sólo para
comprar algo que hacía falta para la cena en familia.
Pasaron más de los
minutos en los que normalmente ella regresaba. Esto inquietó a los padres que
salieron a buscarla. Los minuteros del reloj marcaban que había pasado media
hora. Ella nunca llegó a la tienda.
¿Qué había
ocurrido en esa calle? ¿En qué momento fue interceptada? ¿Quiénes fueron los
atacantes?
Aquella familia
tranquila tenía buena relación con quienes vivían en el vecindario que, ante el
hecho, sacaron copias de la fotografía de María, y al paso de las horas de
aquella larga noche, decenas de hojas habían sido pegadas en postes, en las
entradas de las tiendas y locales cercanos.
La policía al
conocer la desaparición comenzó a buscar a la niña… fue al amanecer que la
encontraron.
En un mes, cinco
de los seis involucrados fueron detenidos y en los meses siguientes de estar
bajo proceso, recibieron su sentencia. El principal responsable, sigue
prófugo.
Aquella unidad
sigue igual que hace años, siendo la guarida de los que buscan la sombra y
viven en el olvido de una sociedad indolente.
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